Ella cuenta:
"Ayer desafié a dios y su existencia -presunta existencia- y confirmé que, como sospechaba desde siempre, no existe. Quise militar en la fe por un rato, pero se me negó el acceso a toda creencia. Nada cambió. Anoche busqué en el refugio de siempre, donde el instinto me lleva. Sabía que allí se alojaba. Estaba ahí donde busqué. Allí, antes de que mi torre de Babel colapsara, encontré al huésped, al habitante. Experimenté el mismo sobresalto que cuando perdí el mejor de mis abalorios, como si el primero de mis elementos huyera detrás del abandono. Mirá, me dijo, y el metal me transportó de nuevo al deseo de no saber de metales. Me hubiera arrojado sobre el hallazgo como la mayor de las bestias, capaz de devorar a toda la Creación. Pero preferí reprimir el apetito de inorgánica bijouterie. Sin saber cuándo, me estaba yendo detrás de algo. Sólo dios sabría detrás de qué si tuviera la delicadeza de existir y publicarlo. Mi tendencia a la síntesis me lleva a huir de los monólogos y ya te debo estar aburriendo. Perdón por ser tan autobiográfica y coloquial. Pero es mejor así, porque estas palabras ahora se te olvidan, se te borran y son anagramas de otras. Lo bien que hacés en olvidar. Peor hubiera sido contarte todo esto por escrito, en cursiva y recorriendo cada una de estas palabras en perfecta caligrafía."