Desde chica me gusta a oscuridad. No era entonces el ámbito de mis miedos infantiles.
Hoy la oscuridad sigue siendo tan amigable como antes. A veces se deja iluminar por la música y golpear por los ruidos.
La tiniebla de mi habitación, un fragmento de noche hecho por mÃ. Donde la claridad es solamente un antojo.
La oscuridad me esconde y me hace desaparecer. Una guarida opaca y calentita donde boceto los sueños más monstruosos y las pesadillas más dulces.
Un cúmulo de sombras me deja ser de cristal, invisible. Toma el color de las vÃsceras.
La penumbra mÃa es una simulación de la nada, lo más parecido a ella.
En mi cuarto oscuro soy chica otra vez. Vuelvo a ser embrión. Me contiene y envuelve en una negrura espesa y pesada.
En su viscosidad hay una llave de luz que fluoresce.