nadie levita

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domingo, mayo 02, 2004

 

Nada más que sombra

Desde chica me gusta a oscuridad. No era entonces el ámbito de mis miedos infantiles.

Hoy la oscuridad sigue siendo tan amigable como antes. A veces se deja iluminar por la música y golpear por los ruidos.

La tiniebla de mi habitación, un fragmento de noche hecho por mí. Donde la claridad es solamente un antojo.

La oscuridad me esconde y me hace desaparecer. Una guarida opaca y calentita donde boceto los sueños más monstruosos y las pesadillas más dulces.

Un cúmulo de sombras me deja ser de cristal, invisible. Toma el color de las vísceras.

La penumbra mía es una simulación de la nada, lo más parecido a ella.

En mi cuarto oscuro soy chica otra vez. Vuelvo a ser embrión. Me contiene y envuelve en una negrura espesa y pesada.

En su viscosidad hay una llave de luz que fluoresce.




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