nadie levita

He tenido una semana metrosexual.

Tengo en el intelecto un agujero. Por él se me escapa el contexto de las historias.
Un gran buraco en la mollera que deja huir todo contenido polí­tico-social y referencia histórica.

Para mí­ el cine polí­tico o la novela histórica exigen el enorme esfuerzo de tapar ese boquete. Por ejemplo, por él puede escabullirse una pelí­cula de Ken Loach entera. Y mi versión de Los Miserables podrí­a extractarse y copiarse perfectamente detrás de un talonario de recibos.

Creo que si hubiera compartido las mediatardes de mi infancia con Bob Esponja en lugar de con Heidi, mis oscilaciones emocionales serí­an más estándar.

Millones de personas entre abonados a HBO, platea y ringside pagaron por ver el combate entre Hopkins e Eastman. Durante los primeros rounds, tenían todo el derecho de subirse al cuadrilátero y cagárselos bien a trompadas a ambos.

Si miles de televidentes molían a golpes a los luchadores, era justicia.

Si una multitud de enardecidos tysons les arrancaban las orejas, era justicia.

Y si la paliza se hacía extensiva a los jueces, al árbitro, al presentador y a Oscar de la Hoya, también era justicia.

El punto álgido de la velada hubiera sido que la FIB, la CMB, la AMB y la OMB otorgaran por primera vez una corona colectiva en la categoría mediano a todos nosotros, giles, que nos quedamos viendo semejante bodrio.



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Contra la violencia en las aulas: ahora nuestras históricas hojas Rivadavia también se protegen.



Hay que estar en todo.
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Todo lo que va del verano he tenido esto en la cabeza:



Corazón mi vida ven a bailar /dame una oportunidad/que te quiero enamorar/ Eres mi obsesión, mi cielo, mi duda/ mi tentación, ternura/
mi sueño, mi perdición,locura/te veo en cada rincón...

(Y lo que continúa también. Esto es sólo la muestra del estribillo.)

Espero que mi obra social cubra los lavajes de estómago para el cerebro.
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Acá las soledades histriónicas se maquillan muy bien.

Las alegrías y las euforias se consiguen fácilmente.

Los recuerdos se pueden adormecer por algunas horas, en un intento brutal de simular un milagro.

Aquí los días se alquilan y, con suerte, se prestan.

Aquí las horas me abrazan y me adoptan.



Pronóstico para hoy: amnesia.

Menú del día: lluvia.


Miranda Dies Quietly, 7 de febrero de 2005