Creo que esto lo comenté con mi amigo
S. alguna vez:
la gente feliz no postea. Y voy a hablar de mí porque para eso estoy. Mis pausas enormes entre post y post responden a ese axioma. Sí, estoy feliz y no posteo. Soy una ñiña con suerte, envídienme. (Basta decir esto y la envidia se estampará contra las pantallas y les chorreará los teclados.) He querido postear antes pero debía ponerme el traje de spleen y no me entra. No puedo denunciar nada ni quejarme de nada. Y miren que en el medio han pasado cosas: he cumplido años, tengo otras funciones en el trabajo, he conocido otra gente pintoresca, me he enfermado y me han puesto una inyección de penicilina. Además a ausencia de tristeza, ausencia de literatura y sus parientes. Esa es otra: la gente feliz no crea. La gente feliz no hace, es improductiva y tarada. La gente feliz no escribe Las ruinas circulares.
La felicidad es la primera causa de muerte de blogs y también de sus letargos.
Y ahora ahora estoy posteando porque mi médico tiene demora de media hora, cuarenta minutos.