(...)porque tenemos la esperanza de llegar a la cima, donde el resto del
camino, o gran parte de él, intuimos será cuesta abajo.
R.
Traigo este post desde la distancia con el puño cerrado para que no se caigan las palabras.
Y fui perdiendo las palabras de a una, como se pierden los recuerdos que se quieren guardar.
Deseé la belleza una vez y no me atrevà a conocerla. Ahora quiero dejarla atrás, en lÃnea recta.
BolÃvar, 31 de enero de 2005
Alguna vez tuve la convicción de haberle construido el Taj Mahal a ciertos recuerdos.
Ilusa.
La consigna de hoy es postear a mansalva porque vale la pena estar vivo, carajo.
Hay cosas que me emocionan, creo que por la edad. Algunas declaraciones en blogs amigos que casi me quiebran.
Hoy - como viene la mano- podrÃa llorar ante la reposición de Rosa de Lejos.
TodavÃa tenÃa el perfume de Gabriela en la memoria.
Sin embargo, buscó en el botiquÃn un souvenir de otros aromas.
No recordaba cuándo fue la última vez que habÃa dejado de respirar para escuchar el aliento contiguo.
Hoy me levanté con muchas ganas de no ser yo. Por eso me dispuse con ganas a construir una versión de mà lo más disÃmil posible.
A las nueve y cuarto llegó el cartero. Me hizo firmar, poner tipo y número de documento, aclaración y vÃnculo.
Tengo el placer de comunicar que al dÃa de la fecha el último hombre que me abandonó fue mi peluquero.
Y un pequeño y desgarbado milagro ha ocurrido ahora.
Como todos los años, la caravana de Reyes iba a pasar por la puerta de casa.
En un abrupto cambio protocolar, cambiaron sus turbantes por toallas mojadas. Tomaron el corredor del oeste, cortaron camino y esquivaron la custodia que se habÃa dispuesto desde temprano en mi calle: dos policÃas y cinco conos.
Ya no son mis margaritas.